Según la visión del presidente de
Se dice en nuestro país que el parlamento es reflejo de lo que sucede en la sociedad; nunca más cierto eso que hoy; desde cómodos despachos con aire acondicionado, se toman decisiones que afectan a todos y todas, sin tomar en cuenta sus opiniones; se quieren acallar las voces que discrepen de las posiciones oficiales y si no se pudo por la vía del insulto –en lo que Julio Rodríguez es experto--, ahora se procede a invisibilizarlos, porque en la mente de algunos y algunas, si algo no se ve, es porque no existe.
Está claro que la desconfianza de un sector creciente de la población en la institucionalidad es válido; cuando se acude a cada instancia y los argumentos son rechazados sistemáticamente, cuándo las cosas que no solo debieran ser legales sino éticas pasan sin problema, cuándo la impunidad se convierte en regla y no en excepción, los y las que detentan el poder de las instituciones son responsables directos de esa percepción de la población, pues al contrario de lo que muchos pretenden, la credibilidad se conquista en el día a día, de acuerdo al accionar de cada quién.
Ciertamente se comete un error cuando se deja de creer en las instituciones y se generaliza su accionar, en el mal hacer de unos pocos; pero también es cierto, que cuando esas instituciones no corrigen sus problemas, la sensación de los y las usuarios y usuarias, es de que el quiste pasó a cáncer y carcome las entrañas de esa institución, llámese Tribunal Electoral, Asamblea Legislativa, Sala Cuarta o el nombre que usted quiera poner como ejemplo.
En todo caso --la acción de Pacheco—de oscurecer las vidrieras legislativas desnuda a quién no le gusta ser cuestionado ni interrogado, quien cree ser dueño de la verdad y quien cree que la democracia consiste únicamente en la obtención de mayorías y la imposición de estas a las minorías. De quien se escuda en la desmemoria colectiva, para tratar de hacer creer en la población, que su paso por el Ministerio de Educación –en aquellas lejanas épocas en que el gobierno tico no era aliado incondicional del gobierno del norte—fue el de un iluminado que proveyó a nuestro sistema educativo, de todos los instrumentos para que en el año 2000 fuéramos la primera nación desarrollada de América latina.
No en vano, la diputa Antillón en su carta de respuesta a Francisco Escobar, le indica que ella sí cree en la democracia, en las instituciones y que se siente digna representante al estar en el primer poder de la república, lamentablemente, omitió indicar en su artículo, que entiende por democracia, porqué cree en las instituciones y a quiénes representa en su accionar o como lo ha hecho en reiteradas ocasiones el diputado Echandi, cambia de criterio según convenga a sus intereses. Ambos ejemplos reflejo de vidrieras oscuras e iguales negociaciones; porque resulta contradictorio que el Movimiento Libertario, tan acucioso en otras ocasiones de la transparencia y la ética, calle en lo que al diputado Fernando Sánchez se refiere y mucho más, calle ante la falta de transparencia vidriera, en las barras legislativas.
Hay quienes dicen que a nuestro país las corrientes históricas llegan tarde: así, mientras en otros lados hay quienes luchan por renegociar los Tratados de Libre Comercio a la luz de sus resultados, por acá nos, nuestros negociadores y expertos, nos recetan lo que es un fracaso en otras latitudes. Será por eso que el diputado Pacheco, decidió imponer el oscurantismo en
Polarizar los vidrios para evitar ver a quienes asisten a las barras, equivale a quien para que no entre la luz en su casa, los pinta de negro; equivale a ocultar --por temor a miradas indiscretas—lo que se hace dentro de la casa y en el caso que nos ocupa, lo que es peor, equivale a no ver –porque últimamente no escuchan ni hablan con nadie que piense distinto—a quienes asisten a la asamblea legislativa a exponer su descontento con la forma y el fondo, en que se maneja actualmente nuestro país.
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