TERCERA PARTE Y FINAL
“…Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan.
Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos...”
Gabriel Celaya
La poesía es un arma cargada de futuro.
El sistema institucional, como bien señala Ottón Solís en su documento de análisis pos referéndum, debe fortalecerse, rescatarse del ostracismo en que se encuentra en este momento; pero seguir la vía institucional, no quiere decir que se acallen los horrores y errores del TSE y de un importante sector de la prensa destacado por Repretel, Canal 7 y el Grupo Nación, que no tuvieron pudor alguno en utilizar sus conocimientos técnicos y propagandísticos, para presionar a la ciudadanía a tomar partido por una posición determinada, como también lo señala correctamente, Ottón Solís en ese mismo documento.
Quedarse callado equivaldría a respaldar el abuso del poder, la manipulación y la complacencia con aquellos y aquellas que no tienen ética; con aquellos y aquellas que creen que nación es un periódico y no la conformación de una sociedad compuesta por cuatro millones de hombres y mujeres que tienen derecho a expresarse y oponerse a esa forma de concebir el mundo. Quedarse callado, es convertirse en cómplice de la destrucción de
Vale rescatar el equilibrio informativo real del Grupo Extra, en sus medios
El reduccionismo y la imposición, de un lado y del otro, conlleva a seguir el camino de acabar con
La labor parlamentaria de la mayoría de los diputados y diputadas del PAC, merece cuando menos el respeto de quienes consideramos que la democracia no es un ejercicio impositivo, sino una discusión permanente y sobre todo, el seguir el mandato de quienes no creemos ni entendemos que todo, todos y todas, tengamos precio de venta o compra; ellos y ellas son, junto con los diputados Merino y López, los que nos representan a la “minoría” que reflejó con su voto en las urnas, que no está de acuerdo con imposición de modelos de desarrollo, que se esconde en el TLC; que no está de acuerdo con la ausencia de ética en las discusiones públicas; que entiende que cuando dice representar a un sector de la población, esa representación se lleva hasta las últimas consecuencias, porque como bien dice Mario Benedetti, “una cosa es morirse de dolor y otra, morirse de vergüenza”.
Una labor que debe llevarse a cabo aun cuando los que nos opusimos al TLC fuésemos mil o dos mil; mucha más, cuándo los y las que nos opusimos en las urnas, sumamos más de setecientos mil votos; incluso, a aquellos que por las razones que fueran, decidieran no tomar partido y abstenerse de votar, pues aun sin expresión de voto, se verán igualmente afectados por este cambio de modelo social, disfrazado en un tratado de libre comercio.
No puede entenderse entonces, que los verdaderos responsables de tenernos en esta polarización real que vive el país, se escuden en informes de estado de la nación -cuyo principal vocero no estuvo a la altura de las circunstancias en el referéndum- para decir hoy que todo está bien, que todo es normal, que el pueblo ya se pronunció a favor de esa forma egoísta del ver el mundo, olvidando a los miles de hombres y mujeres, que votaron en contra. Eso en sencillo, se llama parcialización.
Ese forma de ver el mundo, en el que nadie es responsable ni acepta críticas, es la manera de llevar este país a la colisión, al choque en las calles y al rompimiento total, de una Democracia que hoy --tristemente, gracias a quienes como el diputado Sánchez y quienes siguieron al pie de la letra su estrategia y siguen impunes-- debiéndose escribir con mayúscula, se escribe con minúscula, porque no respeta ni le importan, las minorías y pasa por encima de todo aquél o aquella, que piense o sienta en contrario, porque entiende, en su percepción deficitaria de la realidad, que su razón es única y se ampara convenientemente, en lo que juró defender con una mano, mientras con la otra la destruye.
Es un totalitarismo que utiliza todo aquello que la democracia implica, para desde el poder, imponer un fascismo electoral en donde, si ya no respeta que lo que llama minorías son prácticamente la mitad de quienes se expresan en las urnas, menos lo hará con quienes realmente sean minorías en razón de su número. Es el mismo fascismo populista que tanto se critica en Venezuela por usar los bienes del estado para el clientelismo, pero que aquí no se crítica, porque conviene a aquellos que ven el mundo como un botín a repatirse, seres humanos y humanas incluídas.
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