jueves, 20 de diciembre de 2007

EL PROBLEMA NO ES QUE NOS MIENTAN,

Las falacias suelen ser difíciles de descubrir cuando se leen o escuchan. Son comunes en el lenguaje político, en donde conviene más enunciar frases sin sustento que explicar lo que realmente se va a hacer o incluso, se puede hacer. Son –para poner un ejemplo- como las calles mal construidas; por arriba, al inaugurarse, se ven realmente bien, pero a la menor llovizna, afloran los huecos y se descubre que las mezclas asfálticas no eran ni por asomo, las que nos dijeron que iban a usar. Así, poco más o menos son las falacias; al construirse sobre principios de verdad, parecen ser ciertas, aunque con un análisis detenido, se descubre que se sostienen sobre andamios falsos.

Veamos un par de ejemplos que clarifiquen un poco lo dicho: La opinión editorializada de La Nación del 28 de noviembre del año en curso, dice textualmente en uno de sus párrafos que “…El resultado del referendo del 7 de octubre obliga a la Asamblea Legislativa a tramitar las leyes necesarias para dar vigencia al Tratado, pero no la autoriza para ir más allá de lo requerido, sea con el fin de complacer aspiraciones de grupos interesados o sea con el propósito de efectuar cambios, quizá deseables, que no fueron sometidos a discusión durante el proceso de referendo…”. (el subrayado y negrita no son del original)

Sin embargo, en una resolución del TSE --a instancia de José Miguel Corrales para incluir esas leyes en el referéndum-- dijo: "A pesar de la relación que puedan guardar los citados proyectos de ley con el proyecto de ley de aprobación del TLC, no estando la tramitación legislativa de esos proyectos contemplada en el referéndum que interesa tanto al señor Corrales como al Poder Ejecutivo y a la Asamblea Legislativa -de acuerdo a lo que, en ambos casos, se ha indicado por los promoventes como texto a consultar-, no existe pretensión de que el soberano avoque también su conocimiento vía consulta popular y, por ende, su convocatoria no tiene efecto alguno respecto de esa tramitación. Se trata de un asunto que, al encontrarse dicha "agenda" fuera del referéndum pretendido, escapa, por tal razón, de la competencia de este Tribunal”. (el subrayado y negrita no son del original)

Resulta evidente la contradicción entre lo que expresa el editorial y lo que dice el TSE; el juego ---dada la supuesta credibilidad que tienen algunos medios--- consiste en darle vida a la falacia de avalar lo que hagan los 38 diputados de la coalición de gobierno, con tal de aprobar sin discusión alguna las famosas leyes de implementación --que más bien deberían llamarse de trituración de la clase media y baja de nuestro país—pues no se votaron ni se discutieron en el referéndum.

En el mundo de la globalización, los ciudadanos y ciudadanas dejamos de serlo, para convertirnos en consumidoras y consumidores; una de las reglas que nos dictan los impulsadores del consumo en bien de la economía, es el de informarnos antes de adquirir un producto y estar atentos a la publicidad engañosa; pareciera, que también es necesario estar atento con algunos editoriales, para no vernos sorprendidos o sorprendidas en nuestra buena fe de seguir creyendo, que una empresa cuando dice defender la verdad, lo hace realmente.

De allí que, entonces, como en el grafitti argentino que titula este comentario, sea necesario repetir y repetirse, que “el problema no es que nos mientan, el problema es que les creamos”, frase que ojalá tomaran en cuenta, quienes critican a ese medio, pero suspiran y sueñan por ser mencionados en el mismo, que llegan incluso, a acomodar sus opiniones al toque del tambor llorentino y de quienes lo promueven, olvidando que es en ese medio y sus asociados, en donde se publican las encuestas menos creíbles de nuestro país --aunque hay que reconocerles que no tienen empacho en promover desde gobernantes hasta tratados que favorezcan los intereses económicos de sus socios--- porque su fin no es promover la veracidad, sino acomodarla a sus intereses, aunque para ello, omitan mencionar las resoluciones de un tribunal electoral, que cuando les conviene defienden a capa y espada, acusando a todo aquél o aquella que cometa la osadía de criticarles, de “sedicioso”, por atentar contra la sagrada institucionalidad.

El equilibrio informativo, depende de otros factores, entre ellos el código ético que se tenga o incluso, del concepto de democracia y libertad de expresión que ostente quien dirige cada medio; no consiste únicamente como creen algunos y algunas, en pedir la opinión de la parte y la contraparte; consiste en transcribir lo que se dijo, en igualdad de condiciones, para que sea el lector o lectora, quien decida que creer, pero eso, no es menester de este artículo de opinión, sino uno pendiente.

Para analizar opiniones más allá de la ocurrencia, es prudente contrastar informaciones de diversas fuentes, de manera que, la argumentación que sustenta lo opinado tenga coherencia y como mínimo, un criterio de veracidad, es decir, que la opinión expresada –sea verbalmente o por escrito—resista el análisis y las contradicciones de quienes piensan en contrario; cuando estas opiniones parten de una visión moralista que quiere dar por zanjada una discusión, entonces el contraste de informaciones no es solo un ejercicio intelectual, sino un imperativo de supervivencia, de defensa en contra de quienes tienen por oficio estar por encima del bien y del mal o de quienes se mantienen en vela, no porque padezcan de insomnio, sino, porque casi ejercen un apostolado de su vivencia de intentar sorprendernos con el uso del lenguaje o del espacio, para que demos como verídico lo que simplemente no lo es.

Así, que aun cuando se aprueben la agenda de trituración, tal y como está, es falso suponer que eso deriva del mandato popular; eso, en realidad, deriva del interés del gobierno y su coalición parlamentaria, por imponer su visión de mundo, sin respeto a las discrepancias y mucho menos, a la democracia.