De entrada nomás, confieso que no creo en las encuestas. He llegado a la conclusión de que tanto fallo en el instrumento de medición y el que los dueños de las encuestadoras las defiendan con argumentos que rayan en la ridiculez y a veces en la estupidez, me hacen pensar en dos posibles razones para yerros tan evidentes y frecuentes en sus resultados: o se hacen a la medida del pagador de las encuestas o el instrumento no sirve para medir la opinión pública costarricense, en cualquier caso, aterrizo en no creer ni en encuestas ni en empresas encuestadoras.
De tal manera que aun cuando leo que la pobreza en nuestro país baja, la ficción se rompe al salir a la calle, observar, comparar y escuchar --por más cantos de gloria del capitán del navío y sus marineros-- a la gente que acude al chino por las mañanas, para darme cuenta de que el pan, los frijoles, atunes y demás cosas que uno --por la mala costumbre de comer-- adquiere para su alimentación suben de manera incontrolada; encima, la entrada de tanto dólar a esta tierra bendecida por el carro del desarrollo que promueve el TLC --tras de que no nos llega a todos y a todas-- bajó, provocando que hasta la clase social beneficiada con Mercedes Benz y BMW de los que prometió el presidente el año pasado, vean reducirse sus ingresos, consumiendo menos, para desazón de los y las comerciantes de multiplaza y lugares afines.
Para que una encuesta tenga algún valor, hay que conocer, en principio, la formulación de las preguntas y la objetividad real de la empresa o institución encargada de hacerla; así, un malicioso como el que escribe, podrá corroborar –como Santo Tomás—la veracidad de los resultados; de nada me sirve el resumen de sumas y restas que publican algunos medios, si no sé como llegaron a ellos; menos, si por mi malicia indígena, observo que una –la de
La otra encuesta, la de Llorente, nos habla de un país en el que dan ganas de vivir; Oscarilandia; la pobreza baja, las inversiones aumentan, todos y todas gozan del derrame liberal de la riqueza y lo único que le preocupa --y casi que ni tanto-- a los beneficiados de su buen gobierno, es la inseguridad ciudadana; dicho sea de paso, tema ahora de una organización formada principalmente por empresarios, iglesia y un abogado que cree que la manera de acabar de una vez con la delincuencia, es haciendo más cárceles y dando más garrote.
La inocencia con se publican ambas encuestas, resulta de cuento chino; aparecen a la medida del presidente y el alcalde; ambos gozan de buena imagen, popularidad, fama, mientras al principal partido de oposición, le sucede exactamente lo contrario; nadie lo quiere, todos y todas lo cuestionan, nadie se siente contento con su actuar político; rara coincidencia, como la de dejar llamar al bloque de los 38 y casi 39, con la fea palabra de “coalición”, dando paso a una más suave y positiva: alianza. Cosas que aparecen de la nada, por generación espontánea, para tratar de incidir y vender una mejor imagen de quienes no la tienen.
Por otra parte, aun cuando nada debería sorprenderme de los políticos, llama la atención que la presidenta del PAC, justifique su “baja calificación en las mismas”, a partir de la campaña dirigida contra su partido, por don Jorge Cornick, especialista en ese tipo de propaganda --antes ligado al gobierno de don Miguel Ángel y ahora tan cercano a las posiciones de don Oscar y don Rodrigo-- digo que me llama la atención, pues si algún partido debería haber aprendido desde hace rato a desconfiar de encuestas y encuestadoras es el PAC, pero no; por el contrario, las valida con comentarios simplistas y escasos de análisis; dicen que el buen ateo y el buen creyente, se reconocen por la convicción de sus posiciones; el uno no entra a cuestionar si Dios existe o no; simplemente no cree y el otro, hace lo contrario, creer: ambos coinciden en su convicción.
Desde mi óptica de escribidor, me merece confianza la recogida de firmas que los y las muchachas del bloque verde, principalmente FECON, hacen para llevar a referéndum el nocivo convenio de UPOV, que en simple, patenta la vida; me merece confianza el que hasta hoy, más de setenta y cinco mil costarricenses, de su puño y letra, respaldada con su firma y número de cédula, estén diciéndole al gobierno y su gran fracción de 38 diputadas y diputados –más casi una--, que no aprueben tal convenio; eso, para mí si merece una credibilidad, misma, que crece, si al leer los diarios de nuestro país, no merece ni una línea el que ese trabajo se haga en silencio, sin dinero y a puro corazón.
En resumen y para no abusar del espacio de
1 comentario:
Tenés razón en cuanto a la apreciación sobre lo dicho por la presidenta del PAC.
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