Las falacias suelen ser difíciles de descubrir cuando se leen o escuchan. Son comunes en el lenguaje político, en donde conviene más enunciar frases sin sustento que explicar lo que realmente se va a hacer o incluso, se puede hacer. Son –para poner un ejemplo- como las calles mal construidas; por arriba, al inaugurarse, se ven realmente bien, pero a la menor llovizna, afloran los huecos y se descubre que las mezclas asfálticas no eran ni por asomo, las que nos dijeron que iban a usar. Así, poco más o menos son las falacias; al construirse sobre principios de verdad, parecen ser ciertas, aunque con un análisis detenido, se descubre que se sostienen sobre andamios falsos.
Veamos un par de ejemplos que clarifiquen un poco lo dicho: La opinión editorializada de
Sin embargo, en una resolución del TSE --a instancia de José Miguel Corrales para incluir esas leyes en el referéndum-- dijo: "A pesar de la relación que puedan guardar los citados proyectos de ley con el proyecto de ley de aprobación del TLC, no estando la tramitación legislativa de esos proyectos contemplada en el referéndum que interesa tanto al señor Corrales como al Poder Ejecutivo y a
Resulta evidente la contradicción entre lo que expresa el editorial y lo que dice el TSE; el juego ---dada la supuesta credibilidad que tienen algunos medios--- consiste en darle vida a la falacia de avalar lo que hagan los 38 diputados de la coalición de gobierno, con tal de aprobar sin discusión alguna las famosas leyes de implementación --que más bien deberían llamarse de trituración de la clase media y baja de nuestro país—pues no se votaron ni se discutieron en el referéndum.
En el mundo de la globalización, los ciudadanos y ciudadanas dejamos de serlo, para convertirnos en consumidoras y consumidores; una de las reglas que nos dictan los impulsadores del consumo en bien de la economía, es el de informarnos antes de adquirir un producto y estar atentos a la publicidad engañosa; pareciera, que también es necesario estar atento con algunos editoriales, para no vernos sorprendidos o sorprendidas en nuestra buena fe de seguir creyendo, que una empresa cuando dice defender la verdad, lo hace realmente.
El equilibrio informativo, depende de otros factores, entre ellos el código ético que se tenga o incluso, del concepto de democracia y libertad de expresión que ostente quien dirige cada medio; no consiste únicamente como creen algunos y algunas, en pedir la opinión de la parte y la contraparte; consiste en transcribir lo que se dijo, en igualdad de condiciones, para que sea el lector o lectora, quien decida que creer, pero eso, no es menester de este artículo de opinión, sino uno pendiente.
Para analizar opiniones más allá de la ocurrencia, es prudente contrastar informaciones de diversas fuentes, de manera que, la argumentación que sustenta lo opinado tenga coherencia y como mínimo, un criterio de veracidad, es decir, que la opinión expresada –sea verbalmente o por escrito—resista el análisis y las contradicciones de quienes piensan en contrario; cuando estas opiniones parten de una visión moralista que quiere dar por zanjada una discusión, entonces el contraste de informaciones no es solo un ejercicio intelectual, sino un imperativo de supervivencia, de defensa en contra de quienes tienen por oficio estar por encima del bien y del mal o de quienes se mantienen en vela, no porque padezcan de insomnio, sino, porque casi ejercen un apostolado de su vivencia de intentar sorprendernos con el uso del lenguaje o del espacio, para que demos como verídico lo que simplemente no lo es.
Así, que aun cuando se aprueben la agenda de trituración, tal y como está, es falso suponer que eso deriva del mandato popular; eso, en realidad, deriva del interés del gobierno y su coalición parlamentaria, por imponer su visión de mundo, sin respeto a las discrepancias y mucho menos, a la democracia.