lunes, 26 de noviembre de 2007

LAS COSAS COMO SON

TERCERA PARTE Y FINAL

“…Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan.

Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos...”

Gabriel Celaya

La poesía es un arma cargada de futuro.

El sistema institucional, como bien señala Ottón Solís en su documento de análisis pos referéndum, debe fortalecerse, rescatarse del ostracismo en que se encuentra en este momento; pero seguir la vía institucional, no quiere decir que se acallen los horrores y errores del TSE y de un importante sector de la prensa destacado por Repretel, Canal 7 y el Grupo Nación, que no tuvieron pudor alguno en utilizar sus conocimientos técnicos y propagandísticos, para presionar a la ciudadanía a tomar partido por una posición determinada, como también lo señala correctamente, Ottón Solís en ese mismo documento.

Quedarse callado equivaldría a respaldar el abuso del poder, la manipulación y la complacencia con aquellos y aquellas que no tienen ética; con aquellos y aquellas que creen que nación es un periódico y no la conformación de una sociedad compuesta por cuatro millones de hombres y mujeres que tienen derecho a expresarse y oponerse a esa forma de concebir el mundo. Quedarse callado, es convertirse en cómplice de la destrucción de la Democracia y hay quienes no tenemos vocación de complicidad ni silencio, con la corrupción.

Vale rescatar el equilibrio informativo real del Grupo Extra, en sus medios LA EXTRA, LA PRENSA LIBRE, EXTRA TV 24 y RADIO AMÉRICA, que publicaron las visiones de ambos contendientes en esta lucha, así como el esfuerzo informativo de medios alternativos como INFORMA-TICO.COM, que se sumó a emisoras de radio y al SEMANARIO UNIVERSIDAD, que en sus limitados –en circulación masiva—espacios, informaron lo que con calculada maledicencia, no hicieron los medios que son pública y notoriamente conocidos por todos y todas.

El reduccionismo y la imposición, de un lado y del otro, conlleva a seguir el camino de acabar con la Democracia; cierra los espacios de la discusión y los abre para que se impongan dictaduras, electas o no, qué digan cuándo, cómo, qué y de qué manera hacer las cosas. En el pasado reciente, ese camino dio paso al nazismo, cuyo contribución –parafraseando a Borges—no se limitó a formar parte de la historia universal de la infamia por los campos de exterminio para judíos, sino que se extendió a todos y todas quienes fueran considerados y consideradas perniciosos para el régimen, ya fuera por su preferencia sexual, limitaciones físicas o mentales o simplemente por tener un color de piel diferente o por pertenecer a comunidades sociales diferentes.

La labor parlamentaria de la mayoría de los diputados y diputadas del PAC, merece cuando menos el respeto de quienes consideramos que la democracia no es un ejercicio impositivo, sino una discusión permanente y sobre todo, el seguir el mandato de quienes no creemos ni entendemos que todo, todos y todas, tengamos precio de venta o compra; ellos y ellas son, junto con los diputados Merino y López, los que nos representan a la “minoría” que reflejó con su voto en las urnas, que no está de acuerdo con imposición de modelos de desarrollo, que se esconde en el TLC; que no está de acuerdo con la ausencia de ética en las discusiones públicas; que entiende que cuando dice representar a un sector de la población, esa representación se lleva hasta las últimas consecuencias, porque como bien dice Mario Benedetti, “una cosa es morirse de dolor y otra, morirse de vergüenza”.

Una labor que debe llevarse a cabo aun cuando los que nos opusimos al TLC fuésemos mil o dos mil; mucha más, cuándo los y las que nos opusimos en las urnas, sumamos más de setecientos mil votos; incluso, a aquellos que por las razones que fueran, decidieran no tomar partido y abstenerse de votar, pues aun sin expresión de voto, se verán igualmente afectados por este cambio de modelo social, disfrazado en un tratado de libre comercio.

No puede entenderse entonces, que los verdaderos responsables de tenernos en esta polarización real que vive el país, se escuden en informes de estado de la nación -cuyo principal vocero no estuvo a la altura de las circunstancias en el referéndum- para decir hoy que todo está bien, que todo es normal, que el pueblo ya se pronunció a favor de esa forma egoísta del ver el mundo, olvidando a los miles de hombres y mujeres, que votaron en contra. Eso en sencillo, se llama parcialización.

Ese forma de ver el mundo, en el que nadie es responsable ni acepta críticas, es la manera de llevar este país a la colisión, al choque en las calles y al rompimiento total, de una Democracia que hoy --tristemente, gracias a quienes como el diputado Sánchez y quienes siguieron al pie de la letra su estrategia y siguen impunes-- debiéndose escribir con mayúscula, se escribe con minúscula, porque no respeta ni le importan, las minorías y pasa por encima de todo aquél o aquella, que piense o sienta en contrario, porque entiende, en su percepción deficitaria de la realidad, que su razón es única y se ampara convenientemente, en lo que juró defender con una mano, mientras con la otra la destruye.

Es un totalitarismo que utiliza todo aquello que la democracia implica, para desde el poder, imponer un fascismo electoral en donde, si ya no respeta que lo que llama minorías son prácticamente la mitad de quienes se expresan en las urnas, menos lo hará con quienes realmente sean minorías en razón de su número. Es el mismo fascismo populista que tanto se critica en Venezuela por usar los bienes del estado para el clientelismo, pero que aquí no se crítica, porque conviene a aquellos que ven el mundo como un botín a repatirse, seres humanos y humanas incluídas.

LAS COSAS COMO SON

SEGUNDA PARTE

“…Porque vivimos a golpes,

porque apenas si nos dejan,

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado,

un adorno.

Estamos tocando el fondo...”

Gabriel Celaya,

La poesía es un arma cargada de futuro.

Decíamos en la primera parte de este comentario que, si la forma de entender la democracia de algunos y algunas consiste en la imposición de las mayorías a las minorías, entonces, avisadas están desde quienes tienen una preferencia sexual, religiosa o política, hasta quienes padecen algún tipo de discapacidad mental o física, pasando por quienes tienen un color de piel distinto, que sus intereses o necesidades pueden ser perfectamente no tomadas en cuenta para nada, por cualquier ganador en contiendas electorales, aduciendo que en un hipotético referéndum o elección popular sobre cualquier tema que afecte a esas minorías, la mayoría se pronunció, siempre en el campo de los hipotéticos, verbigracia, en contra de los y las protestantes o de la comunidad gay.

Ya no estamos entonces en presencia de una deformación en la visión de la Democracia, sino ante una perversión de la misma; al igual que hay quienes justifican los excesos de Hugo Chávez en Venezuela, a partir de la obtención de triunfos electorales, aquí usan el mismo argumento, para justificar los excesos de Oscar Arias y compañía; se niega entonces, el derecho a la discrepancia y la voz de las minorías, que dejan de existir, cuándo así conviene a algunos y algunas.

No se entiende de otra manera, cuando se habla de “votos mayoritarios”, “ganancias electorales” o cualquier triunfo a partir del recuento de votos en las urnas; menos se puede entender tan deformada visión de la democracia, cuando los triunfos electorales o refrendatarios, son por escaso margen. No se reduce la expresión popular, como lo cree el Tribunal Electoral de nuestro país, al simple contar, sumar y restar de votos o a declarar ganador a alguien o algo.

Si las cosas fueran tan simples, entonces no deberían existir Asamblea Legislativa ni partidos políticos, pues todo se reduce a convocar a elecciones y ver quien gana el partido, en una suerte de mejenga futbolera en la cual el que mete un gol gana, sin discusión, sin análisis, sin diálogo, sin negociación que valga.

El reduccionismo de la declaratoria de victorias amplias o pírricas para imponer leyes o reglamentos que afectan a toda la sociedad, es ni más ni menos que un fascismo vestido con el ropaje ajeno de la democracia; usa el temor y la represalia para imponerse, primero con leyes y luego con sanciones y se mete en la sociedad, justificándose precisamente en la obtención de triunfos electorales, sin importar el cómo se obtuvieron tales triunfos, validados por tribunales electorales timoratos, mediocres o complacientes, o quienes desde un sector de la prensa, olvidan que su obligación primordial es informar hechos a la ciudadanía y no tomar partido descarada y cínicamente por una posición, mientras hablan de equidad o equilibrio informativo, excepción hecha de quienes emiten opinión personal en columnas concebidas para eso.

No pretenden estos artículos moralizar sobre el acontecer nacional; pretenden lo que expresan –ni más ni menos-- exponer preocupaciones y discrepancias sobre el acontecer nacional, con la visión de mundo de algunos y algunas, que disfrazan sus intenciones, hablando de democracia como un todo, pero reduciéndola a la votación del tema de turno que corresponda, según el calendario electoral.

Sería incorrecto –a quien no gusta de las generalizaciones—generalizar por medio de éste escrito: así como no es creíble que todo aquél o aquella que votó afirmativamente por el TLC es un vendido o un corrupto, tampoco se debe caer en la torpeza, de creer que aquél o aquella que votaron en contra del TLC sean radicales trasnochados o que no creen en el sistema que nos rige; tal estupidez –ya no reduccionismo—caé por su propio peso, pues de ser así, no se habría acudido a las urnas a votar, ni se habrían expresado –con las muchas limitaciones para un grupo y el ilimitado presupuesto para el otro—las opiniones que se dijeron de cada lado.

Pero peor sería creer que al obtener una victoria electoral en el referéndum, se dio una concesión –palabra tan de moda por estos días—sin límite a quienes obtuvieron mayoría en las urnas para aprobar y hacer lo que les da la gana cuando les de la gana, porque les da la gana. Ignorar a quienes se oponen a la visión de mundo de Arias y compañía, en nombre de triunfos electorales, sería entonces cerrar la puerta al diálogo honesto, a la discusión, al análisis, para que las libertades inherentes a la Democracia den paso a la dictadura.

Porque no se puede entender que quienes hablan de expresión democrática, sean los que acusan un día sí y otro también, a todos y todas aquellas que se expresen en contra de su dictado; negar la disidencia es negar que una sociedad no es homogénea sino heterogénea, es decir, compuesta de muchas formas distintas de pensar y sentir y eso, si lo podemos simplificar en una palabra: totalitarismo.

LAS COSAS COMO SON Parte 1

PRIMERA PARTE

“…Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas…”

Gabriel Celaya

La poesía es un arma cargada de futuro.

En el acontecer diario, al leer de distintas fuentes –sobre todo lo publicado en la prensa escrita- se tiene la sensación de vivir en otro mundo, esto, de acuerdo a las apreciaciones de quienes se ocupan de influir o incluso –los más temerarios dictar—sobre la llamada opinión pública.

Contrariamente a lo que parece, la libertad de información es una noción opuesta a la libertad de expresión. La primera consiste en difundir algo conocido y seguro. La segunda en presentar públicamente una visión personal. La libertad de información presupone una verdad objetiva, la libertad de expresión implica que esa verdad lleva a la relación que mantenemos con algo y no a ese propio algo. En sencillo, en una se acude a las fuentes y se transcribe una información sobre cualquier tema; está y debe estar basada en los hechos, no en la valoración de los mismos; en la otra, se expresa un sentir o una opinión, puede tomar, para su argumentación, cosas de la primera, es decir, de la información, pero se nutre de muchas más. En una se pretende ser objetivo, en la segunda, se es subjetivo.

En las aulas, cuando se estudia cualquier área de las ciencias, se nos inculca el tratar de ser objetivos en cualquier investigación que emprendamos, es decir, analizar las cosas por lo que son, sin que influyan sentimientos o pareceres sobre el objeto a investigar. Pero tal forma de investigación –sobre todo en los fenómenos sociales y entre ellos la política—choca con la realidad humana. La aplicación de una receta económica o una ideología en particular, puesta en práctica, irremediablemente afecta a los y las seres humanos y humanas, a la gente de carne y hueso que debe padecer tales supuestos. Porque el hambre, la pobreza, la frustración no están desprovistas de sentimientos; se sienten en la panza, se viven en las casas y se sienten en la calle.

Al leer algunos medios de prensa escrita, la disociación y el reduccionismo parecen campear en su opinión con la realidad simple y llana de la calle, viven una especie de desorden mental en que ven las cosas de una manera, aun cuando la realidad de los hechos contradice su particular visión de las cosas o reducen todo a un simplismo que tiene como principal problema, la negación del análisis y la discusión; así hay quienes creen que democracia es simplemente el ejercicio del voto –inconsistencias y normalidades aparte—y no la expresión de voluntades surgida como una necesidad de la convivencia en comunidad.

Ignoran convenientemente, que la democracia nos da el derecho a disentir, a cuestionar, a expresar todo aquello en que estamos o no de acuerdo y que el resultado de una votación no implica en ningún caso, la imposición de ideas de la mayoría a la minoría, sin escuchar y sin dialogar con quienes ostentan esa minoría. Esa visión, de ser cierta, legitima entonces a quienes apoyan el TLC y sus trece o catorce –vaya uno a saber realmente cuántas—leyes de implementación; pero entonces, también legitima a Hugo Chávez y su deseo de reforma constitucional en Venezuela, que entre muchas cosas, le concede la posibilidad de reelección indefinida en ese país.

Se disocia la realidad simple y llana de la polarización o la toma de posiciones y se reduce a un simple “usted perdió, aguante sin decir nada” porque la democracia –al entender de algunos y algunas—consiste en ganar o perder, pero nunca en dialogar y negociar.

Tal forma de percibir la realidad se padece no solo en los ganadores, sino en los perdedores, ejemplos de eso, Julio Rodríguez por un lado y Andrea Morales por otro: uno dictando cátedra sobre como acallar cuestionamientos y posturas políticas a partir de sentirse dueño de la verdad y la moral y la otra –al parecer—desoyendo la voluntad de quienes se expresaron de forma distinta en las urnas: tienen en común, el creer erróneamente que –como en juego macabro—el ganador se lo lleva todo, por lo cual como una especie de destino manifiesto u horóscopo de esos que publican las revistas de moda –tan afines a doña Andrea-- la globalización deshumanizada del mundo pasa a ser un hecho y no un período histórico que apenas está en desarrollo, pero que ha su paso ha dejado a millones de hombres y mujeres sin más esperanza que un cielo divino, porque en algunas partes de la tierra se vive en el infierno.

Mención aparte merecen el Sr. José Cabezas de LA PRENSA LIBRE y su evidente obsesión con Ottón Solís y el PAC y el Sr. Federico Malavassi, quien se defiende hoy de su “obstruccionismo parlamentario” de ayer --que hubo quienes apoyamos por considerar que el parlamento es para parlamentar-- acudiendo en igual forma al mismo expediente y la misma forma de abstracción, esto es, deslegitimando cobijados por un resultado en el referéndum a quienes se oponen vía mociones y discusión a las leyes –que dizque se hicieron, por que así lo exige el gobierno de los Estados Unidos de América-- para que entre en vigencia el TLC, sin decir que --siendo leguleyos-- se votó el TLC y no su agenda de implementación.

Es contradictorio que, quienes dicen que el referéndum da derecho al grupo de los 38 para imponer su criterio en la Asamblea Legislativa, ignore convenientemente, que tales leyes no se votaron en el referéndum ni fueron conocidas por quienes fueron a ejercer su voto.

A la disociación y el reduccionismo, se le suman entonces, la ausencia de ética y la arbitrariedad; según el entender de quienes defienden esa deformada visión de las cosas, lo que deben hacer el PAC, Frente Amplio y PASE, es votar afirmativamente todo aquella ocurrencia que provenga del sector que apoya el TLC; al mejor estilo Borbónico de estos días, deben callarse, lo peor, es que hay quienes en esos partidos, piensan que ese análisis es correcto y lo dicen públicamente, negando lo que es inherente a la democracia: la discusión, el análisis de impactos y la conveniencia para Costa Rica tales leyes.

sábado, 24 de noviembre de 2007

LA POSÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Hay poemas en la vida que te marcan irremediablemente. Este es uno de ellos.

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Depende del cristal con que se mire

Un gobierno democrático está próximo a la libertad,

el de pocos está cerca de la tiranía.

Tácito

Entre tanto tema que hay en este momento dando vueltas --no solo nacional sino internacional—definir la escogencia de uno para escribir un artículo resulta casi en tarea imposible. Quizá, tal escogencia se complique más por nuestra costumbre de ver los hechos aislados y no vincularlos entre sí, de manera que --al igual que cuando se nos quiebra algún objeto y le tenemos estima al mismo-- necesitamos todas las piezas para proceder a pegarlas y dar de nuevo forma a lo que, en razón de una mala acción, no la tenía, costumbre, que nos hace creer que lo que sucede en el resto del mundo, poco o nada tiene que ver con el nuestro.

Por ejemplo, ha encontrado eco en algunos medios nacionales e internacionales la llamada a callarse dada por Juan Carlos de Borbón a Hugo Chávez: tomándose la molestia de revisar lo que se escribe, opina y dice en otros lares, la callada vino a consecuencia de las protestas de Chávez por la intromisión de José María Aznar en lo relacionado al fallido golpe de estado en Venezuela hace unos años; menuda bronca; se critica la forma, pero no el fondo. No comparto algunas cosas que se dan en Venezuela: no creo en los poderes eternos, ni en el sistema que para “hacer lo correcto”, parte de hacer lo incorrecto; lo que nace de la falta de ética, no la adquirirá con el tiempo, ni la historia podrá absolverla. Lo cierto es que hay preguntas sin respuesta sobre la participación de Aznar en la intentona de golpe de estado contra Chávez y no se vale –seré políticamente incorrecto—exigir que alguien calle, cuando no ha visto satisfechas sus dudas, ni ha mediado siquiera, una disculpa por tal accionar; ni hablar del proceso de colonización español hace quinientos años.

Por este lado, es decir en nuestro país, el presidente Arias calló, regaño y profetizó el fracaso ayer –culpa y estigmatización incluida-- a un alumno colegial, al parecer, porque no le prestaba atención a su discurso, en que por enésima vez, cuenta cual es su visión y forma de que el resto de los mortales seamos exitosos en el futuro; todo mientras repartía becas, vaya uno a saber si para que sigan bajando los índices de pobreza. Ignoro que hacía el estudiante regañado; pero sería bueno que antes del regaño presidencial, Arias se hubiese tomado la molestia de interesarse por el alumno en cuestión y de paso, quizá interesarse por el resto de miles de alumnos y alumnas, que asisten a clase día a día, a ver si por una vez, en lugar de pretender enseñar, aprende y aprehende.

Sería bueno también, que la misma prensa que editorializó, columnizó y opinó sobre el regaño monárquico, cuestionara la acción de arias con la misma vehemencia; que en lugar de titular la noticia como “Arias profesor por un día”, lo hubiese titulado como lo que es; Arias sigue hablando sin escuchar a nadie y por sí acaso, acallando a todo aquél o aquella que se le oponga o no le preste atención. Pareciera que no sólo en Europa quedan reyes y lo que es peor, si eso es el ejemplo a seguir por los miles de hombres y mujeres que tienen la difícil labor de enseñar en las aulas día a día, estamos avisados; si usted reclama se le mandará a callar y si tiene suerte, para que no se sienta muy ofendido, le darán una beca escolar de quince mil colones, de manera que pase usted a engrosar la cada vez más pequeña clase media, aun cuando con quince mil colones no pueda usted comprar ni la comida para una semana.

Como otra noticia, mientras acá se habla de “sedición”, “terrorismo”, “obstruccionismo” y cualquier otra palabra acorde con la ocasión y el paciente, para acusar a quienes acusan de falta de ética y señalan los errores del TSE y demás yerbas institucionales o se oponen a las llamadas leyes de implementación, sea en la asamblea legislativa o en la calle, en Francia, país del primer mundo, lejísimos de Cuba, Venezuela o Nicaragua, por aquello de no sospechar del comunismo en ese país europeo, hay hoy manifestaciones contra Sarkozy por querer quitar los “privilegios” a los franceses.

No he visto a Le Monde, Le Parisien, Le Figaro o France Soir, acusar de ninguna de esas cosas a quienes se oponen a las medidas para implantar más competitividad al pueblo francés; claro se me olvidaba que el refrán popular reza que en Francia el gobierno le teme al pueblo….

¿Habrá editoriales para acusar al pueblo francés de sedicioso o terrorista o lo que es peor, el insulto de moda, de sindicalista, por parte de algunos de nuestros medios? Lo ignoro; sin embargo como cuestión final un par de cosas; quien crea que los sistemas democráticos se fortalecen ignorando o acallando las voces discordantes, no cree o no entiende que es la democracia. Quien ayer --caso del Movimiento Libertario en la persona de don Federico Malavassi—utilizó todos los mecanismos habidos para no discutir el plan fiscal del ex-presidente Pacheco, no se vale que hoy acuse de obstruccionista a aquellos o aquellas que utilizan los pocos mecanismos que quedan en el parlamente para la discutir todos los alcances de leyes que al igual que el plan fiscal antaño y las trece de implementación, nos afectarán a todos y a todas.

Cabe mencionar la curiosidad de que señor Carrillo tan acucioso con el PAC, no promoviera ninguna gestión ante tribunal de ética alguno por ese accionar del Movimiento Libertario, ni mucho menos hablara de ética por la carencia de ésta, en empresarios que utilizaron todo medio a su disposición para coaccionar la voluntad de sus trabajadores y trabajadoras a favor de quienes apoyaron el TLC en el referéndum.

Fue el mismo TSE --tan inmaculado cuando conviene a algunos y algunas-- el que estableció claramente que en el referéndum no se estaban votando las trece leyes de implementación; fue el gobierno de Arias el que no aceptó la primera propuesta del todo o nada; es el gobierno y sus diputados, el que no ha mandado a publicar --como corresponde— en la Gaceta el TLC y todas las leyes conexas; es el gobierno de los Sres. Arias el que no ha dicho en que consisten los decretos y reglamentos que también son inherentes al TLC.

Porque actuar de una manera para unos casos y cosas y, de otra para otros, se llama conveniencia y eso, guste o no, atenta contra la democracia. Por supuesto, unos son sediciosos y otros, adalides de la libertad y la institucionalidad.

martes, 6 de noviembre de 2007

LA DECADENCIA DE LOS SISTEMAS DEMOCRATICOS

Como espero se haga costumbre, este es un columnista invitado para mi blog...

Álvaro Mata Guillé

1-A veces la vida pierde sentido y nos obliga a preguntarnos el qué y el por qué de las cosas, intentando vislumbrar un norte que las redescubra y nos devuelva al cauce de la normalidad. Cuando esto sucede, como una manera de permanecer en lo que somos y no incurrir en la parálisis o internarnos en el caos, volvemos al origen de nuestras motivaciones, como una táctica para reorientar desde ahí, el fundamento de nuestras creencias y así, poder seguir haciendo lo que hacemos: sobrevivir la cotidianidad.

Lo mismo ocurre con los sistemas políticos, sus motivaciones y estructuras, con las instituciones que los constituyen y sus fundamentos, en este caso hago una referencia a los sistemas democráticos, pues la democracia, como toda forma de convivencia hecha por el hombre, debe afinar de tanto en tanto su rumbo, redefinir su razón de ser, debe renovarse y profundizar sus principios, sus bases, sus perspectivas, reencontrándose consigo misma, para redefinirse en el presente.

De no hacerse esa revisión, de no realizarse este examen de manera oportuna enfrentando las contradicciones, los vacíos y vicisitudes que aparecen como horizontes sin luz opacando las coyunturas, revisión que no debe desdeñar, que no debe dejar de lado el desgaste del sistema, ni su atrofia, que atienda con rigor los síntomas que degradan el acontecer social y corrompen la convivencia, haciéndonos caer fácilmente en la frustración o el desánimo —como lo es la miseria, el clientelismo, las expectativas no logradas, la impunidad, la ineficiencia, la mentira, la corrupción—, si no se hace ese examen con entereza y a tiempo, entonces, ese sistema, este modo de vida llamado democracia, estará condenado a transitar, como un cuerpo inmóvil que se mueve a partir de su propia inercia. Es fácil, en estas condiciones, que la ciudadanía se refugie en el mutismo, se haga a un lado, se retire y ahí permanezca, pues se ha hecho evidente que los lenguajes han empezado a morir.

Cuando esto sucede y, el mutismo se hace parte de los estamentos que constituyen el proceder diario, el sistema social en que vivimos, las instituciones que marcan las pautas que nos permiten identificarnos como país, como nación, como cultura, se transforma en un conjunto de normas y convencionalismos inútiles, de procedimientos estériles, en retóricas que se carcomen en redundancias y nos abruman más allá del cansancio, hasta el hartazgo, y la democracia, como esa posibilidad del convivir basada en el igualitarismo, la libertad o la expresión, conformada ahora por lenguajes muertes que se repelen entre sí, se ha degradado, haciéndonos ingresar en una encrucijada de difícil salida, donde la ineficacia se ha hecho regla, el cinismo el medio para lograr objetivos y la indiferencia el proceder común que evita los hechos y deja atrás los problemas sin enfrentarlos; todos estos elementos —ineficacia, cinismo, indiferencia— son los nuevos patrimonios que habitan el proceder de la ciudadanía, que alejada de todo y de todos, anclada en su mutismos, también ha dejado de escuchar.

Es fácil, cuando esto acontece y se instituye como una norma el mutismo y la sordera, caer en el desaliento, en el escepticismo y los resentimientos y reclamos aparezcan como una constante; es más fácil aun —si la displicencia y el descuido se prolongan, si la urgencia que busque confrontar los hechos se diluye y evita, o las perspectivas no ven más allá de sus falsas importancias o los propios intereses— que el desaliento se convierta en apatía, la apatía se transforme en indiferencia y de la indiferencia pasemos a la renuncia, a la claudicación, a un bajar los brazos donde nada importa, porque esa sociedad que ha dejado de escucharse a sí misma, también ha dejado de creer en ella.

Dejar de escuchar o de creer nos distancia de todo y de todos: por una parte acrecienta la sensación de aislamiento, de abandono, de soledad: si los ciudadanos que al convivir, llamándose comunidad, dejan de escuchar o de creer en ellos, se alejarán sin pensarlo de la tribuna, sumidos sin más en las rutinas contemporáneas del consumismo y el bullicio, asentándose el conformismo, es decir, ese estado del ánimo donde no existen titubeos ni preguntas, ni nos preocupa el sentido de las cosas, porque es más fácil enclaustrarse en la pasividad sólo pendiente de lo inmediato, como una condición del vivir aferrada a los nuevos fanatismos anclados al vacío, lenguajes de una sola línea, de una sola mirada, de un solo norte que se aposentan como costumbres de la rutina diaria; por la otra, si el dirigente —el gobernante, el político, los que se dicen pensar— se enceguecen sumidos en la soberbia y los envanecimientos de la razón estéril y el soliloquio, en justificar la ineptitud, la inoperancia, la impunidad, el absurdo —actitudes que producen con frecuencia dictaduras, tiranos, arbitrariedad o fraude— se aislarán consumidos en el encandilamiento y el ruido amorfo de sus perspectivas sin perspectiva, como espectros que se acostumbraron a monologar en lo solitario, abrazados al absolutismo que invisibiliza al otro, haciendo de la negación una certidumbre, un mandato, una norma que nace de sus desvaríos, que como todos, se marchitan con prontitud, se herrumbran con facilidad, se secan con rapidez, puesto que no logran ver más allá del engolosinamiento de sí mismos.

Los síntomas de esta sorderas son notorios: distanciamiento entre el ciudadano y el gobernante, entre la institución y la sociedad, debilidad que empaña a todos los sectores —los gremios, los estudiantes, los profesionales, los pueblos, los barrios, las urbes, impregna lo individual y empobrece la cultura— es así como a la población, los ciudadanos que hacen el acontecer, los habita un nuevo inquilino, ahora parte constitutiva de su cotidianidad, un motivo más de su razón de ser: la desconfianza que se hermana a la frustración, pero también al fundamentalismo, donde nacen y renacen la inquina y el resentimiento, la inseguridad y lo arbitrario, bases de la frustración.

En ese momento, en ese estado de cosas, el divorcio notorio entre el votante que escuchaba y creía, y el decir y hacer de los gobernantes, se acentúa y no hay marcha atrás: el reflejo que acontecía como un indicio, se hace realidad y nos convierte en los espectadores de un pobre espectáculo: en el escenario se entrelazan las muecas de los gobernantes y sus discursos —de los dirigentes, de los políticos, de los que se dicen pensar— gesticulan a la tribuna y al gesticular no se dan cuenta que hablan al vacío, la sordidez cubre el escenario, el silencio hace evidente la pobreza que puebla las democracias, el desfile sin máscaras que dibujan el festival contemporáneo de lo grotesco.

2- El fundamento de una sociedad lo que motiva el quehacer de todos los días y que hace que a las cosas le encontremos un norte o le demos un sentido, lo que permite que las instituciones sean instituciones y no estructuras huecas, que estorban el acontecer y enmohecen los fundamentos de la sociedad es la confirmación diaria de un “contrato”, de una apuesta entre las partes, que permite la unión entre los organismos, entre las instituciones que establecen los parámetros culturales y las directrices del quehacer diario, con los ciudadanos en sus posibilidades, no sólo de convivir, sino de realizar, de ver como posible lo que cada uno desea ser.

En ese sistema, en ese orden de cosas, basado en la expresión igualitaria y la participación llamado democracia, deben convivir tanto lo plural como lo individual, el individuo que puede como el que no puede, el que tiene como el que no tiene, lo disidente que garantiza la posibilidad de lo diverso, como la masa que se apropia del todo haciéndolo lo común y lo rutinario; deben convivir el uno y el otro que saben que son distintos e iguales, que son diferentes siendo los mismos, sin que medien diferencias ni intolerancias, el yo —el aquel, el tú, el vos, el nosotros, que saben y, más que saber, constatan, que el conjunto de propósitos, de principios, de bases de unos cuantos postulados constitucionales (libertad, justicia, equidad) constituyen la esencia, el fundamento del orden social, provocado por el mutuo acuerdo, por el sentirse que son partes de un conglomerado cultural que se ha formado a partir de sus propias historias, producto de las relaciones entre los diversos sectores sociales que lo integran y que nacen de él, que son los que, finalmente determinan el acontecer y hacen que la convivencia, sea realmente una convivencia.

Pero convivir, ser parte de un orden social o estar en él, no sólo consiste en tolerar pasivamente las diferencias o vivir en la mediocridad que habita todos los días, en tener una casa o un trabajo; convivir socialmente no sólo consiste en establecer parámetros y espacios que posibiliten las relaciones entre personas e instituciones, entre individuos y organismos: convivir nos lleva a construir en lo diario basados en la participación, que nace de aquello que finalmente nos justifica, de aquello que nos hace permanecer unidos, de aquello que nos hace creer que nosotros somos realmente nosotros. No me refiero a la identidad ni a las esencias, hablo de los fundamentos, de las motivaciones que dieron origen a las instituciones y a la idea de nacionalidad, a la idea de cultura, a la idea de comunidad, que deben tener vigencia práctica y efectiva, que une a la historia con el presente, redefiniendo en su posibilidad de convivir.

Si los lazos de origen, si los principios igualitarios que dan forma a la ciudadanía o los fundamentos de ella se rompen, la sociedad también se rompe, se fractura y necesariamente habrá que volver a empezar realizando un nuevo “contrato”, una nueva forma que convoque al convivir, un nuevo hecho institucional que recoja la posibilidad y los deseos de construir el acontecer en el presente, no en la memoria, ni en los anhelos, menos en las promesas. De no ser así, como se constata en el presente, nacerán nuevas formas del vivir, alejadas de la institucionalidad y los lenguajes, formas que nacen como todas arraigadas en el fundamentalismo.

La convivencia es un pacto social, un contrato, un convencimiento, una alianza que no debe ser violada, pues, como todo contrato, basa su funcionamiento en la confianza entre unos y otros. La democracia, sistema que prevalece en la actualidad en muchas lugares, no sólo conlleva la posibilidad de integrar como sistema este pacto del poder vivir, del poder hacer, es un acuerdo que al basarse en el igualitarismo donde convive lo diverso, en la posibilidad de sobrellevar y cohabitar con las diferencias, en donde a todos en principio, se les ofrece la posibilidad no sólo de vivir o estar, sino de llegar a ser. Es así como la democracia se constituye de lo plural y las posibilidades de lo plural, no de lo monolítico sino del diálogo, no de las verdades únicas, ni totalitarias; nace de la inclusión, no de la exclusión, pues sabe que en lo plural está el fortalecimiento de sus instituciones y su enriquecimiento, pues sabe que en lo plural está el fundamento y el principio de sí misma. Reconocer lo plural nos enfrenta a nuestros miedos y nuestros verdaderos intereses.

Lo plural para que lo sea, conlleva crítica y apertura a la crítica, lo plural se constituye de lo diverso y de las diferencias de lo diverso. Pero indicarlo no es una formalidad más: lo diverso no sólo habita el orden social, lo diverso habita nuestra individualidad, la constituye, si dejamos de lado la ilusión de “persona”, “individuo” o “unidad indivisible”, vislumbramos que en el nosotros, en nuestra personalidad, no sólo es habitada por una sola cosa, sino por muchas: muchas necesidades, muchos deseos, muchas carencias, muchas pasiones contrapuestas y al mismo tiempo vinculadas entre sí. Reconocer la ansiedad de nuestras turbulencias, formadas de lo que se tiene y negamos tener, de lo que se muestra y ocultamos, lucha entre el sentir, el pensar y el creer, que hace que al vernos en lo que somos, reconozcamos al otro, lo ajeno que se necesita: relación de querencia y rechazo, de lejanía y proximidad, porque eso somos siempre como una constante: un quererse que se odia a sí mismo, se olvida y se reconoce. La diversidad en lo diverso que nos constituye, nos hace ver que las verdades son muchas y relativas, que las afirmaciones se contraponen y complementan a su vez, para convivir con nosotros mismos. Reconocimiento que necesita de la tolerancia, no como una imposibilidad, al contrario como una posibilidad del coexistir.

La democracia se alimenta, adquiere fuerza entonces, a partir de reconocer nuestra propia diversidad fundada en la existencia, en lo que somos: diversidad y contradicción que se proyectan en los discursos del cuerpo, que son varios, que son muchos, que son diversos: estamos aquí y allá, ajenos y próximos, porque somos la transformación que cree cambiar en el tiempo.

La democracia obtiene su fundamento no de un principio moral o institucional, nace de la existencia misma, de la vivencia cotidiana, de las relaciones concretas de los individuos, con ellos mismos y los demás, el otro que se esconde en nosotros, que al verse a sí mismo, en su finitud, crea el lenguaje, es decir, la democracia tiene sentido cuando nos damos cuenta, cuando descubrimos y constatamos, cuando llegamos a saber que no estamos solos.

Si lo vemos bien la democracia es una práctica que va más allá de las teorías, más allá de las nominaciones del derecho abstracto o los análisis y postulados endémicos de las ideologías, puesto que nace de la participación y la equidad, nace del reconocernos a nosotros mismos en lo diverso, como una necesidad necesaria para la convivencia, ese es su sustento, un sustento donde el poder no lo adquieren los gobernantes o una elite, sino más bien, los gobernados.

Creer que, en una democracia, son los gobernantes —ya sea uno solo o unos pocos— los que tienen o adquieren el “poder”, no sólo pervierte, socava, corrompe el sentido del término “democracia” y sus orígenes, no sólo pervierte a la misma institucionalidad donde se estructura la vigencia de lo igualitario, ésta equivocada creencia, por denominarla de alguna forma, une en sí los vicios y prácticas con visiones totalizantes, que por siempre nos han agobiado y se siguen presentando con normalidad en los distintos ámbitos del presente latinoamericano: en esa creencia permanecen sin evolución la sociedad racista del césar y los patricios, la aristocracia esclavista o la dictadura del proletariado, la voz árida del feudalismo, de los tiranos populistas, del ególatra, del mesiánico o los mandatos sin titubeo de que gobernaron la inquisición.

Si el gobernante —el padre o la madre, el dirigente sindical, el político o el estudiante, el que habla, como el que escribe, el que hace o deja de hacer, no comprenden que su voz es sólo una entre las demás, y sus derechos iguales a los de todos, estaremos presenciando el advenimiento no de un demócrata, sino de un dictador, de un déspota, de un tirano, estaremos ante la presencia de la intolerancia y la exclusión; no estaremos ya solamente antes la presencia de las muecas de lo grotesco, sino de lo grotesco mismo en toda acción que descalifique o sea arbitraria siempre hay una amenaza y un estado de cosas que niega la posibilidad del otro, la descalificación y la arbitrariedad, se acercan siempre al terror y la muerte.

La democracia es una práctica que requiere de argumento y crítica para subsistir, puesto que reconocer la convivencia de lo plural implica no lo pasivo, sino la coexistencia activa de las diferencias, no es una carátula hueca donde se abusa de la tontería y la necedad, donde se favorece la discriminación o las verdades únicas, los absurdos o las falacias del lenguaje, es una práctica que excluye el abuso del poder y los abusos del lenguaje, ya que el poder y los lenguajes deben repartirse, pues les pertenecen a todos y deben ser hechos por todos.

Si el pacto que establece los cimientos culturales del convivir, se derrumba, si el divorcio entre la institución y la sociedad se hace inminente y las respuestas son palabrerías, balbuceos, fanatismo, mediocridad, indiferencia, las instituciones no sólo pierden fuerza y vitalidad, pierden también su propio sentido, su razón de ser, es así, como esa sociedad, ese orden social, estará conformado desde entonces —aunque lo neguemos, aunque nos tapemos los ojos o al sol con un dedo, aunque guardemos silencio— de un lenguaje muerto, estéril, hipócrita, que no convoca a nadie ni reúne a nadie, de un lenguaje que o sirve pero se impone; lenguaje que al no decir, estorba, molesta, perturba como un elemento más del bullicio, porque hay algo que frecuentemente se nos olvida, un error en el que caen políticos y académicos, escritores y pensadores: los lenguajes se forman de palabras y las palabras adquieren sentido, toman fuerza cuando en ellas se enuncia algo que es posible, un tipo posible de vida, un tipo posible de acontecer; cuando en ellas se enuncia la posibilidad posible que las cosas sean y que nosotros también podamos ser en lo cotidiano y en ellas se exprese entonces satisfactoriamente el sentir de nuestras necesidades y sus urgencias, de nuestros miedos y soledades, de nuestras satisfacciones y anhelos; cuando en ellas se logra vislumbrar los deseos transformados en hechos y podemos percibir que nuestras aspiraciones más sentidas pueden realizarse, no en los sueños ni en los espejismos, sino en la realidad, es ahí, en ese momento, en esas circunstancias que las palabras adquieren vida y nos dan vida, es ahí cuando las palabras adquieren su propio sentido y nos da un sentido, pues expresan el por qué y el qué de todos los días, es decir, nuestra razón de ser;

pero este sentido de las cosas no sólo debe ser una razón que permita el convivir de unos pocos o el cumplir los intereses de algún grupo —sea político, social, económico, cultural— al contrario, si las palabras enuncian un tipo de vida posible, un tipo de vida que al ser posible toma fuerza y sentimos viable, debe ser un tipo de vida posible para todos.

Pero entonces, si partimos de esta postura, de estas ideas o estos principios ¿Cómo renovar los fundamentos de una democracia, como darle nuevos bríos a las instituciones que la conforman y dan alimento a la convivencia, sobre todo en una época como la nuestra, donde agobia la sobrepoblación, el consumo, el exceso de ruido, los muchos discursos, la indiferencia? ¿Cómo hacer con un sistema que su convivencia se ha transformado en un convencionalismo inútil, en una monotonía apática que le deja de importar lo que ocurre, cuando la incapacidad de solucionar los problemas, se convierte peligrosamente en impotencia? ¿Cómo atender las necesidades, que son tantas y siguen en aumento, donde las desigualdades no desaparecen, más la exclusión se convierte en un signo común de lo contemporáneo y el cinismo, como lo hemos dicho, en un norte, en el pan de todos los días que desborda los apetitos? ¿Cuál es el sentido de las cosas y el por qué de ellas?

POLARIZANDO LA OPOSICIÒN

Según la visión del presidente de la Asamblea Legislativa, la mejor manera de dar solución a un problema, es ignorarlo. Acompañado en la aventura por diputadas y diputados del Movimiento Libertario, de la Unidad Social Cristiana, de Restauración Nacional, de Unión Nacional y de su propio partido, ha decidido obscurecer los vidrios de la barra de público de la Asamblea Legislativa --quizá como una traición de su inconciente—para ignorar a quienes asistan a diario a ver las sesiones en ese recinto.

Se dice en nuestro país que el parlamento es reflejo de lo que sucede en la sociedad; nunca más cierto eso que hoy; desde cómodos despachos con aire acondicionado, se toman decisiones que afectan a todos y todas, sin tomar en cuenta sus opiniones; se quieren acallar las voces que discrepen de las posiciones oficiales y si no se pudo por la vía del insulto –en lo que Julio Rodríguez es experto--, ahora se procede a invisibilizarlos, porque en la mente de algunos y algunas, si algo no se ve, es porque no existe.

El autismo que padece la clase política, encuentra –con las acciones del Sr. Pacheco en la Asamblea Legislativa—otra forma de expresarse, pues cualquier manifestación de descontento, es de inmediato rebajada y señalada como una “vulgaridad”, un insulto a los señores y señoras diputadas, por cuánto esos pocos --que entre otras cosas exigen la renuncia de Sánchez por carecer de ética--, son de la gradería de sol y no comprenden el bien que ellos –diputados y diputadas—hacen por el país.

Está claro que la desconfianza de un sector creciente de la población en la institucionalidad es válido; cuando se acude a cada instancia y los argumentos son rechazados sistemáticamente, cuándo las cosas que no solo debieran ser legales sino éticas pasan sin problema, cuándo la impunidad se convierte en regla y no en excepción, los y las que detentan el poder de las instituciones son responsables directos de esa percepción de la población, pues al contrario de lo que muchos pretenden, la credibilidad se conquista en el día a día, de acuerdo al accionar de cada quién.

Ciertamente se comete un error cuando se deja de creer en las instituciones y se generaliza su accionar, en el mal hacer de unos pocos; pero también es cierto, que cuando esas instituciones no corrigen sus problemas, la sensación de los y las usuarios y usuarias, es de que el quiste pasó a cáncer y carcome las entrañas de esa institución, llámese Tribunal Electoral, Asamblea Legislativa, Sala Cuarta o el nombre que usted quiera poner como ejemplo.

En todo caso --la acción de Pacheco—de oscurecer las vidrieras legislativas desnuda a quién no le gusta ser cuestionado ni interrogado, quien cree ser dueño de la verdad y quien cree que la democracia consiste únicamente en la obtención de mayorías y la imposición de estas a las minorías. De quien se escuda en la desmemoria colectiva, para tratar de hacer creer en la población, que su paso por el Ministerio de Educación –en aquellas lejanas épocas en que el gobierno tico no era aliado incondicional del gobierno del norte—fue el de un iluminado que proveyó a nuestro sistema educativo, de todos los instrumentos para que en el año 2000 fuéramos la primera nación desarrollada de América latina.

No en vano, la diputa Antillón en su carta de respuesta a Francisco Escobar, le indica que ella sí cree en la democracia, en las instituciones y que se siente digna representante al estar en el primer poder de la república, lamentablemente, omitió indicar en su artículo, que entiende por democracia, porqué cree en las instituciones y a quiénes representa en su accionar o como lo ha hecho en reiteradas ocasiones el diputado Echandi, cambia de criterio según convenga a sus intereses. Ambos ejemplos reflejo de vidrieras oscuras e iguales negociaciones; porque resulta contradictorio que el Movimiento Libertario, tan acucioso en otras ocasiones de la transparencia y la ética, calle en lo que al diputado Fernando Sánchez se refiere y mucho más, calle ante la falta de transparencia vidriera, en las barras legislativas.

Hay quienes dicen que a nuestro país las corrientes históricas llegan tarde: así, mientras en otros lados hay quienes luchan por renegociar los Tratados de Libre Comercio a la luz de sus resultados, por acá nos, nuestros negociadores y expertos, nos recetan lo que es un fracaso en otras latitudes. Será por eso que el diputado Pacheco, decidió imponer el oscurantismo en la Asamblea Legislativa y puede ser una irónica coincidencia, que sea apoyado por don Guyón Massey, líder de iniciativas tratadas en otros artículos previos a éste.

Polarizar los vidrios para evitar ver a quienes asisten a las barras, equivale a quien para que no entre la luz en su casa, los pinta de negro; equivale a ocultar --por temor a miradas indiscretas—lo que se hace dentro de la casa y en el caso que nos ocupa, lo que es peor, equivale a no ver –porque últimamente no escuchan ni hablan con nadie que piense distinto—a quienes asisten a la asamblea legislativa a exponer su descontento con la forma y el fondo, en que se maneja actualmente nuestro país.

Si vieras

Abrir los ojos por la mañana, suele ser como abrir ventanas. Una vez puestos los anteojos, cuando las cosas dejan de ser borrosas y adquieren nitidez, podemos analizarlas, verles la forma y encontrarles un sentido. Depende de nosotros descifrar los códigos y encontrar las señales que se esconden detrás de cada gesto y decir -para bien o para mal- lo que sentimos y pensamos al respecto. ¿Para qué?, ¿con qué objetivo?, para expresarnos, para que otros y otras lean esas expresiones y decidan si hay puntos de encuentro o de desencuentro. Cualquier tema está sujeto al escrutinio, pues al igual que la vida, todo lo que es o existe tiene relación con lo que somos o hacemos. No podemos desvincularnos, porque somos seres humanos, hombres y mujeres que respiramos aires compartidos, que ocupamos espacio y tiempo, que escuchamos desde música, hasta el ruido de los pitos de la calle. Dejar que otros hablen o que opinen por mí, es concederles que decidan por mí y yo no estoy de acuerdo. Dejar ese espacio, tan vital como el agua o el oxígeno, es simplemente claudicar y que sea lo que ellos u ellas quieran. Por eso, nace este espacio, este Si Vieras, una forma de expresar lo que siento, lo que pienso, lo que creo, de manera individual, porque no es la intención hablar ni imponerle a nadie ninguna idea.
Así las cosas...que las palabras vuelen por el espacio cibernético, que se habrán las ventanas y nazca Si Vieras....